1 Pediatra. Dirección General de Salud Pública y Participación. Servicio de Promoción de la Salud. Islas Baleares. . España.
2 Pediatra. CS Circunvalación. Valladolid. España. Profesora asociada de la Universidad de Valladolid. Grupo Educación para la Salud de la AEPAP. . España.
La defensa de la salud ha sido desde siempre objetivo prioritario de los pediatras. Dentro del desarrollo de nuestro ejercicio profesional, se han incorporado, además de las intervenciones meramente asistenciales tradicionales, acciones destinadas a la sensibilización y prevención y actividades destinadas a la promoción de estilos de vida saludable. Los pediatras somos, en este momento, un pilar básico en la mejora de la salud de nuestra población. Los objetivos de salud que consigamos en nuestra población infantil repercutirán en mejoras importantes en la salud de nuestra población adulta.
Desde hace años, la sociedad demanda, cada vez más, actividades para promocionar la salud, requerimientos desde todos los ámbitos: político, institucional, sanitario y educacional.
Ya en el informe Lalonde1 (ministro de Sanidad canadiense en 1974), se clarificaron el papel de los diferentes determinantes de la salud (la biología humana, el medio ambiente, los estilos de vida y el sistema sanitario), y su influencia sobre la reducción de la mortalidad. Según este informe, la mortalidad atribuible a los estilos de vida es cerca del 50%, en tanto que el porcentaje correspondiente a los sistemas sanitarios es de un 10%. Sin embargo, el paso de los años no ha modificado sustancialmente los recursos económicos destinados a cada determinante, distribuyéndose cerca del 90% al sistema de atención sanitaria y menos del 3% a los estilos de vida.
En la I Conferencia Internacional sobre la Promoción de la Salud, realizada en Ottawa el 21 de noviembre de 1986, se emitió la Carta de Ottawa, donde se establece que la promoción de la salud consiste en proporcionar a los pueblos los medios necesarios para mejorar su salud y ejercer un mayor control sobre la misma2.
La educación para la salud es una estrategia de reconocida utilidad en la promoción de la salud y en la prevención de la enfermedad, tanto en prevención primaria (control de factores de riesgo), como en lo que consideramos tercer escalón de la prevención (rehabilitación, reinserción social, etc.). Es una importante arma terapéutica de avalada eficacia en múltiples trabajos de investigación3. Debemos incluirla, por tanto, dentro de nuestra actividad diaria, y también debería estar incluida en los programas de formación universitaria, así como en los programas de formación MIR.
Con la educación para la salud transmitimos información y conocimientos elementales sobre cuestiones de salud y, lo que es más importante, promovemos la adquisición de hábitos capaces de modificar aquellos comportamientos que perjudican nuestra salud. El objetivo es favorecer el bienestar y el desarrollo personal, familiar y de la comunidad. Y para conseguirlo, la edad pediátrica es el momento más favorable, ya que el niño es maleable y agradecido, y durante esta época los padres están más abiertos a cambios de actitud y ansiosos de información útil. “Los niños son el espejo donde se reflejan los padres”.
En la Declaración de Yakarta sobre promoción de la salud en el siglo XXI, adoptada en la IV Conferencia Internacional sobre la Promoción de la Salud, celebrada en julio de 1997, se indica que la capacidad de las comunidades para la promoción de la salud requiere educación práctica y acceso a los medios de información, a la comunicación tradicional y las nuevas tecnologías4.
Pese a todo lo anterior, y en plena era de la globalización, donde la información es amplia, masiva y accesible a la mayoría de la humanidad, nos encontramos en el ámbito sanitario con evidentes problemas de salud, también globales en el ámbito del mundo desarrollado, en el que nosotros nos movemos5.
Cuántas veces hemos sentido frustración por no conseguir que un niño obeso adelgace, por no impedir que nuestros adolescentes se inicien en el tabaquismo o el alcohol, por encontrarnos problemas de conducta en niños que podían no tenerlos solo con haber sabido establecer unos buenos límites a tiempo, y otros tantos y tantos casos rutinarios, cada vez más frecuentes.
¿Qué nos ocurre? ¿Dónde fallamos? Nos encontramos con resultados contradictorios. No conseguimos controlar las patologías emergentes y prevalentes en países desarrollados, como son el tabaquismo y la drogadicción, enfermedades de transmisión sexual, obesidad, hiperlipemias, trastornos alimentarios, trastornos del comportamiento, fracaso escolar, accidentes, etc.
Parece claro que “educación no es información” o, como mínimo, no debe ser solo eso, a la vista de los resultados. ¿Quién de nosotros, los profesionales, no se plantea con frecuencia en su práctica diaria preguntas como, si conseguimos los objetivos de salud que buscamos en nuestros niños, hasta dónde nos responden las familias, si el tiempo que empleamos en aconsejarles es tiempo perdido o si al final hemos ganado o no terreno a los grandes gigantes sociales que tenemos en contra (publicidad, tabacaleras, empresas alimenticias)?
Las tendencias sociales llevan a hábitos poco saludables como el sedentarismo, el abuso de las nuevas tecnologías, la comida rápida y precocinada, el éxito social basado en el aspecto físico y el dinero, o la baja tolerancia a la frustración que genera trastornos de adaptación. Las consecuencias negativas para la salud que todo ello genera (obesidad, síndrome metabólico, trastornos psicosomáticos, adicciones, etc.) serán las grandes responsables en el futuro de las patologías de los adultos del mañana6.
Para el Equipo de Atención Primaria debería ser irrenunciable el traspasar ese muro de las consultas y de la tarea solamente asistencial, para incluir la educación para la salud, la atención comunitaria y los aspectos biopsicosociales en nuestro entorno de trabajo7. Nuestra responsabilidad para poder mejorar esos aspectos de condiciones de vida de nuestra población es mucho mayor del que se piensa si incorporamos la perspectiva de determinantes sociales y de equidad en las intervenciones de educación para la salud que ya realizamos8. Incorporar la reflexión sobre las causas de las causas y la metodología de la intervención comunitaria sería tremendamente útil. Se trata de pasar consulta mirando a la calle, esto es con las gafas de los determinantes y la equidad.
Obviamente, para conseguir esto, no solo hace falta voluntad individual o del equipo, porque claramente se crea en la comunitaria9. Es necesaria una conjunción de tres niveles: una apuesta política importante (que no la hay) y una reorientación de los equipos y del trabajo individual.
La inversión de recursos sigue realizándose desde siempre con un balance a favor de las estructuras sanitarias, que son, sin embargo, las más caras. Cabría plantearse dedicar más recursos a otras tácticas más baratas, como la promoción de la salud y la educación para la salud. “Más vale prevenir que curar” dice la sabiduría popular.
Los pediatras de Atención Primaria no podemos quedarnos al margen. Dentro de nuestras principales funciones están la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad. Somos un pilar básico en el futuro de la salud poblacional de nuestros ciudadanos.
En el Grupo de Trabajo en Educación para la Salud intentamos contribuir de forma científica, con las evidencias disponibles, a proporcionar algunos recursos para profesionales y para familias (padres, adolescentes y grupos de riesgo). Trimestralmente publicamos nuestros boletines con recursos seleccionados en los que aprovechamos el buen trabajo realizado por otros compañeros para, en lo posible, evitar repetir errores previos y dar conocimiento de los recursos que cumplen criterios de validez.
Otro de nuestros objetivos es mejorar nuestra formación y la de otros profesionales en el ámbito de la educación para la salud (como fomentar la motivación saludable, metodología del consejo escrito y verbal, cómo hacer educación grupal, cómo realizar programas para madres y padres, etc.) y de la actividad comunitaria (qué se debe hacer o no hacer, cómo participar en mapeos de activos en salud). Esperamos que este monográfico sea de utilidad para todos en aras de mejorar la salud de nuestros niños y niñas.
Núñez Jimenez C, Vázquez Fernández ME. Prólogo. FAPap Monogr. 2023;8: